Por: Francisco Ariza
Como el muérdago entre los druidas, la "rama de oro" en las tradiciones greco-latinas, el ramo o las palmas en el Cristianismo y el sauce en las iniciaciones taoístas, la acacia es en la Masonería una planta sagrada que simboliza la resurrección y la inmortalidad. Su verdor perenne y la dureza incorruptible de su madera expresan, en efecto, la idea de la vida inextinguible que permanentemente renace victoriosa de la muerte.
Todos estos elementos simbólicos se integran perfectamente en la simbólica del grado de maestro, cuyo rito de admisión se centra principalmente en la leyenda que describe la muerte y posterior resurrección del maestro Hiram, modelo ejemplar del iniciado masón. En dicha leyenda es una rama de acacia la que permite "descubrir" la tumba donde yace enterrado el cuerpo de Hiram, expresándose así la identidad simbólica que existe entre éste y la propia planta.
La acacia simboliza el conocimiento de los secretos de los "verdaderos MM", de ahí que se la identifique con la posesión efectiva de la maestría, como bien se dice en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado: "¿Sois MM?", a lo que se responde: "La A.·.". Como nos dice a este respecto O.Wirth: "Conocer la acacia es poseer las nociones Iniciáticas conducentes al descubrimiento del secreto de la Maestría. Para asimilar este secreto el adepto debe hacer revivir en él la muerta sabiduría". Para Aldo Lavagnini (Manual del Maestro, p. 51): "Sólo los maestros 'conocen la acacia', reconociendo la realidad de la vida en la apariencia de la muerte, y por consiguiente sólo los maestros poseen la capacidad de vivificar otra vez el cadáver y volverlo a la plena vida".
Asimismo, para René Guénon las espinas de la acacia (de la que se dice estaba hecha la corona de espinas que portaba Cristo en su Pasión) equivalen a los "rayos luminosos", de ahí el carácter eminentemente solar que conserva esta planta, que está presente en las flores amarillas de la mimosa, considerada como una variedad de la acacia. Como el mismo Guénon dice a este respecto: "Se ve, pues, que el simbolismo tiene siempre perfecta coherencia, como debe necesariamente tenerla, por lo demás, ya que no es el resultado de una convención más o menos artificial sino, por el contrario, se funda esencialmente en la naturaleza misma de las cosas".
Según Jules Boucher, la palabra "acacia" procede el griego akakia, que significa "inocencia", o "ausencia de vicios", aludiéndose así a las ideas de "virtud" y de "pureza", en el sentido iniciático y no simplemente moral de ambos términos. Añadiremos que en la tumba de H.·. la acacia se dispone a veces entre la escuadra y el compás, ocupando así una posición eminentemente "central".
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