Conducido nuevamente al ara, delante de la cual debe, como antes, disponerse en actitud de acuerdo con la importancia del acto que está por verificarse, se le hacen confirmar nuevamente, al recipiendario, sus obligaciones, después de lo cual el V.·. M.·., con la espada flamígera apoyada sobre la cabeza del recipiendario, pronuncia la fórmula de la consagración, acompañada por los golpes misteriosos del grado.
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